Vitamina B9 y B12
Nutrición
Lic. Camila Barate
Las personas de 65 años o más se encuentran en una etapa de cambios biológicos, psicológicos y sociales, condicionados por aspectos genéticos, estilos de vida y factores ambientales que los pueden hacer más propensos a algunas deficiencias nutricionales.
Algunos de los factores que pueden afectar el estado nutricional en adultos mayores son:
• Dificultad para masticar, salivar y deglutir
• Menor apetito por razones físicas o emocionales
• Atrofia gástrica que disminuye la acidez estomacal y la producción de factor intrínseco
• Toma de medicamentos que interfieren en la absorción de algunos nutrientes
• Otros aspectos psicológicos y sociales
En este artículo nos vamos a centrar en la deficiencia de dos vitaminas: ácido fólico y folato (B9) y cianocobalamina (B12).
Estas dos vitaminas contribuyen a la formación de ADN, proteínas, tejidos, la maduración del glóbulo
rojo y el mantenimiento del sistema nervioso central.
Las deficiencias de estas vitaminas en el adulto mayor se asocian a manifestaciones neurológicas como
demencia y deterioro cognitivo que pueden llegar a ser irreversibles, a la presencia de anemia megaloblástica (no se revierte con suplemento de hierro) y a alteraciones en el metabolismo de la homocisteína.
Algunos síntomas más de deficiencia son:
• Entumecimiento y hormigueo en los brazos y piernas
• Debilidad
• Falta de apetito
• Náuseas
• Mala coordinación
• Pérdida de memoria
• Desorientación
• Demencia con o sin cambios de humor
• Diarrea
• Glositis (lengua hinchada)
La vitamina B12 solo se encuentra naturalmente en alimentos de origen animal: carnes de cualquier
tipo, y en menor cantidad, lácteos y huevos.
Ningún alimento de origen vegetal es una fuente segura de esta vitamina, así que en el caso de no consumir carnes o consumirlas en poca cantidad (esto se suele dar en adultos mayores) se deberían estudiar los valores en sangre de la persona y suplementar si es necesario.
En cuanto a la vitamina B9 la podemos encontrar mayormente en legumbres, verduras, frutas,
frutos secos, semillas y cereales.
También en algunos suplementos naturales como levadura nutricional o de cerveza o germen de trigo.
Suplementarse con altas concentraciones de ácido fólico puede enmascarar una deficiencia de vitamina B12 al corregir la anemia megaloblástica en análisis sanguíneos.
Sin embargo, el ácido fólico no corrige el daño progresivo al sistema nervioso que también causa la deficiencia de vitamina B12.
Si hay alguna sospecha de que estas dos vitaminas se encuentren deficientes, lo ideal es estudiar en
sangre también la homocisteína. Si este aminoácido se encuentra elevado es otro indicio de una posible
deficiencia en B9 o B12.
Además significa un riesgo aumentado de formación de coágulos de sangre, ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares.
Medicamentos como la metformina, antiácidos inhibidores de la bomba de protones (omeprazol y lansoprazol) y antagonistas de los receptores H2 de la histamina (para tratar úlceras pépticas) interfieren en la correcta digestión y absorción de la vitamina B12, por lo que sería recomendable tenerlo en cuenta en los controles médicos.
Otros factores que aumentan el riesgo de sufrir una falta de estas vitaminas son el alcoholismo, SIDA, enfermedades inflamatorias intestinales, celiaquía, anemia perniciosa, cirugías gastrointestinales (sobre todo que afecten el estómago e intestino delgado ya que es ahí donde ocurre la digestión y absorción de estas vitaminas).
Varios estudios han mostrado que una gran parte de la población de adultos mayores presenta deficiencia de vitamina B12, mostrando una relación positiva entre la edad y el porcentaje de ancianos con deficiencia (a mayor edad, mayor el porcentaje de la prevalencia de este déficit).
Se trata de una población de riesgo por presentar una gran suma de factores que aumentan las chances de desarrollar una deficiencia de vitaminas.
Es importante que tanto profesionales de la salud como familiares y/o cuidadores estemos atentos a
cualquier indicio de esta, pero sobre todo tratar de prevenirla.
Si sabemos que la persona presenta factores de riesgo, no debemos esperar a agotar las reservas y a que
aparezcan síntomas para estudiar un posible déficit.