Relación entre nuestras emociones y la alimentación
Bienestar y Salud
Dr. Alberto Elbaum
Comer es un complejo acto, a la vez biológico, psicológico y social. No es meramente un acto tendiente
a evitar la aparición del hambre, sino que en el proceso de alimentación intervienen experiencias previas, los recuerdos, los sentimientos, las emociones, y por supuesto, las necesidades.
Desde etapas iniciales de la vida, los vínculos tempranos madre-bebé, con la leche tibia recibida con amor y brazos sostenedores, se va conformando nuestra conducta alimentaria.
Luego, a lo largo del desarrollo, la familia, las tradiciones, la cultura y por supuesto con intervención del mercado de consumo, se van desplegando otras influencias decisivas, que van modelando, compleja y singularmente la conducta alimentaria de los todos nosotros, sujetos de esta cultura.
Comer es imprescindible para nuestra sobrevivencia. Todos podríamos estar de acuerdo en que comemos para sobrevivir, pero, si analizamos un día cualquiera en nuestra vida cotidiana rápidamente notaríamos que hay otras motivaciones, y muy fuertes, para comer que la mera supervivencia. Rápidamente podríamos aceptar que comemos mucho más que para nutrirnos.
Vivimos en la actualidad en una sociedad de consumo en la cual los valores predominantes son el culto al cuerpo y la salud, situación que genera las condiciones perfectos para nutrir un mal relacionamiento con la comida y generar nuevas alteraciones de la imagen corporal y desordenes de la conducta alimentaria.
Se trata de cuadros psicopatológicos que influyen en la salud mental de la población, configurando nuevos modos de relacionamiento con el comer y el alimento en sí.
Estos modos no se producen aislados, sino que además se conjugan con cambios a nivel familiar observados en las últimas décadas: una gran dispersión en la comensalidad familiar y en el tiempo compartido, destinado para el comer juntos e intercambiar afectos, relatos, experiencias de vida cotidiana que en otro momentos fueron un baluarte de nuestra sociedad.
Paralelamente a este complejo panorama, asistimos paradojalmente en este momento histórico, junto al culto de la “perfección física” y a la “salud total, se convive con un crecimiento de la otra pandemia que nos afecta desde hace tiempo ya, la enfermedad obesidad.
Pese a ese ideal de culto, actualmente mueren más personas por obesidad que por desnutrición. Resulta más que relevante pues, hacer foco consciente en el comer y la comensalidad, generando estrategias de prevención y de empoderar a consumidores críticos, abordando interrogantes tales como cómo comemos, para qué comemos, los porqués del comer, las preferencias, la trasmisión de hábitos familiares, usos y abusos de la comida para tramitar estados emocionales.
Se hace preciso adentrarnos en la implicancia de las emociones y su relación estrecha con la ingesta alimentaria en este momento histórico social particular en el que vivimos.